En la vida y conforme te haces mayor vas aceptando el hecho
de que los amigos son tesoros valiosos por escasos. No paro de oír a muchos de
mis cercanos la cantidad de amigos que tienen en redes sociales y como que siendo
yo tan social no tenga tantos como ellos.
La verdad es que soy persona de dar la mano y charlar,
necesito la presencia física como obligatoria para poder relacionarme, ver
caras y expresiones, oír voces y tonos, sentir el aire exhalado tras las
palabras y sobre todo acariciar el calor o la frialdad de las miradas.
Son las relaciones físicas y cercanas el verdadero combate
donde se miden las verdades y las mentiras de ahí que tanta gente las rehúya.
Juntando y disfrutando de todo eso es como realmente puedo
encontrarme a gusto o a disgusto con el resto de la humanidad.
En lo exigente de mis relaciones humanas reside la base en
la que se sustentan mis opiniones y mis decisiones y por esa misma exigencia sé
quién es esa persona a la que puedo llamar amigo.
Personas a las que quieres y respetas, por quienes eres
capaz de hacer lo imposible o al menos plantearte hacerlo. Se convierten en
parte de ti enriqueciéndote con sus aprecios o regaños, con su omnipresencia y
disposición.
Pero como todo ying tiene su yang también resulta que mis exigencias a la hora de tener a alguien
como amigo es virtud pero pecado a la vez, mis amigos tienen sus amigos.
Se podría pensar que esos amigos al ser afines a los míos
lógicamente serán tan parecidos que deberían ser los míos también pero, no
tiene porque ser así, esos otros no han pasado por mis “filtros” sino por los
de mis cercanos y eso no conlleva que sean los mismos.
Es a esos extras a quienes yo llamo mochilas.
Me he dado cuenta que la misma pasión que siento por mis
amigos es indiferencia hacia esas mochilas. He notado que su presencia o
ausencia me es indiferente, no me afecta ni disgusta, el hecho de no haberlos
elegido yo pesa demasiado a la hora de meterlos en mi saca de amistades.
Es por todo eso que de
un tiempo a esta parte vengo pensando en como puede ser que me pueda
apasionar tanto mi amiguismo e importarme tan poco el de mis amigos. Se que es
algo maniqueo y siempre vendrá quien me diga que hay que abrirse a los demás y
ser menos exigente pero, si quiero seguir teniendo claro lo valioso que es una amistad, debo asimilar que esta es tan
escasa en número que hay que cuidarla como única e irrecuperable si se pierde,
lo demás son mochilas o amigos virtuales y eso, para el que lo quiera pero yo y
por experiencia, me quedo con mis manías.