Mal está la cosa cuando el simple hecho de aparecer en tu
trabajo es considerado un mérito, ¡aparecer¡ lo de producir, eso ya es para
nota alta.
No digo yo que tal y como anda el patio el tomar el
condicionamiento positivo como método para evitar el absentismo laboral sea
mala idea en algunos trabajos en los que, por los motivos que sean, el doblar
el espinazo sea en si mismo un “riesgo laboral” y entiendo, que ante la
indolencia de algunos, al empresario de turno no le quede otra que recompensar
como meritorio el asistir al trabajo en lugar de sancionar la inasistencia al
mismo.
Nada de eso critico, porque de igual modo que cuando se
trata de empresas privadas, derechos o riesgos laborales, yo siempre tiendo por
inercia a ponerme del lado del trabajador, tenga este razón o no y en frente
del “oscuro” empresario al servicio del vil capital, soy lo que podría
denominarse un empático enfermizo del
asalariado patrio, de igual modo digo, me cuesta más hacerlo cuando se trata de empresas públicas, me explicaré.
No entiendo ni entenderé, soy un obtuso en estas cuestiones,
que en un oficio público en el que la función del trabajador que es la de
atender al ídem en todas y cada una de sus necesidades, de ahí lo de función
pública, sea recompensado por el hecho de aparecer cada mañana en su puesto de
trabajo. Sea mediante tu nombre en el cuadro del empleado del mes, sea mediante
estipendio, sea mediante brillante medalla meritoria, creo que recompensar a
servidores públicos, que supuestamente escogieron sus trabajos al sentir en un
momento de sus vidas la necesidad de dedicarlas a los demás, aparte de ilógico,
es desmerecer a quienes anteponiendo en muchas ocasiones incluso su vida
particular y familiar si los merecen, dándose curiosamente en estos la paradoja
de no desear ni solicitar ninguna de esas dádivas ni óbolos.
Puede que entender la función pública como algo altruista y
vocacional sea minimizar los motivos por los que la gente la elige como oficio,
pero también es cierto que son esas dos sus características más
primordiales, que no se deben olvidar y siempre y cuando sean dignas las
circunstancias del trabajador público, que deben serlas, entiendo que solo deben de premiarse con el agradecimiento del ciudadano al que se
sirve, puesto que al contrario de la empresa privada, el único beneficio al que
debe aspirar la función pública es al bienestar del ciudadano al que sirve.
En cuanto a lo del sacrificio que tantos organismos públicos
tienen en sus códigos deontológicos ya ni hablo porque da para otra entrada por
si mismo.
Así que y para terminar diré, que como al parecer, la nueva ola consiste en premiar
lo obvio, pues como buen surfista me subiré a la misma y cuando llegue a algún
organismo público lo primero que haré será dar los buenos días y dar las
gracias al funcionario por haber ido a trabajar esa mañana.