jueves, 23 de noviembre de 2017

A mi Manolillo

En este mundo cada vez más egoísta e insolidario en el que solo se vende lo malo, donde encontrar siquiera una pizca de bondad  se hace tan difícil, donde cada vez se tiene que afinar mas para ver un atisbo de lo que llamábamos humanidad, en este mundo, digo, que hemos modelado con el tiempo a lo peor de nuestros defectos, daría asco vivir.

Digo daría, porque a pesar de todas las inmundicias que somos capaces de tragar, a veces, cada vez menos, somos capaces de lavarnos los sentidos y encontrar ese rescoldo de bondad que necesitamos para no pegarnos un tiro y mandarlo todo a la mierda.

Tuve la suerte hace poco de encontrar un pequeño libro, que seria de mí sin mis libros, que me haría reconsiderar los conceptos de belleza y bondad humana.

Se trata de “Cuentos para mi Manolillo” de Miguel Hernández. En principio pudiera parecer que solo se trata de un librillo de cuentos cortos para niños pero cuando uno descubre la fascinante historia que tiene detrás es cuando la expresión “ponerse los vellos de punta” se queda corta.

Manolillo fue el hijo del poeta nacido estando este ya en prisión (leeros la biografía de Miguel Hernández, que lo queréis todo hecho) en Alicante, año 1941.Miguel Hernández no vería nunca a su hijo en libertad, moriría de tuberculosis sin salir de la cárcel. Lo verdaderamente grande de este libro, además de su contenido, cuatro cuentos de libertad, es que estando encerrado, sabiendo que moriría y malviviendo en la peor de las condiciones, este hombre fue capaz de limpiar de su alma el rencor y el dolor que pudiera tener dentro y enfocar todas sus miserias en hacer algo tan grandiosamente bello como escribir un cuento para niños, para su niño, para su Manolillo.  

Es este el tipo de cosas a las que me refería con lavarnos los sentidos. Es difícil dejar de lado en este mundo actual la inercia de seguir a medios informativos, llenos de periodistas-sicarios a sueldo de líneas editoriales interesadas, tuitters a modo de cuevas-escondites donde gentes sin nombre escupen sus miserias condensadas en 140-280 caracteres, políticos trincones amoldadores de leyes al grosor de sus cuentas corrientes, tahúres de las necesidades que prometen a los mas desafortunados unos cielos inexistentes, oneges recaudadoras de subvenciones-pagos convertidas en jueces de los merecedores a ayudas en función del color con que pintan sus esperanzas.

Entre tanta inmundicia disfrazada de humanidad yo he tenido la suerte de encontrar la voz inocente de un hombre que saco de su alma lo mas bello y que escribiendo sus letras en papel higiénico dejo para el mundo el mas limpio de los valores humanos, el amor a los demás y a la vida a través de un cuento para niños.

Le regale el pasado día 20 a mi amigo Antonio una copia de este libro sabedor de su amor por el poeta de Orihuela y porque no se me ocurrió forma más bella de declararle mi aprecio, con esta dedicatoria:

“Querido amigo en este día decirte que sigas siendo el pájaro padre que sabe cuando decir a sus pajarillos que ha llegado el momento de volar. Que sigas siendo el hombre cuerdo que sabe que no se debe subir a caballos obscuros que llegan a la ciudad de los sueños cuando ya te has dormido. Ese hombre que no necesita como el conejo buscar agujeros grandes por donde quepa su soberbia.

Ese amigo que entiende que incluso en un rollo de papel higiénico se puede escribir las letras más bellas.

A ti mi amigo, mi hermano te regalo este cuento de vida deseándote que sea tú vida el más bello de los cuentos.

Un loco.”