¿Sabes esa gente a la que normalmente no hechas cuenta
porque das por hecho que siempre está ahí y siempre estará? Pues bien yo
conozco a una de esas personas y tengo que decir que no hay nada más injusto
que hurtarles el cariño y el amor que se les debe por el simple hecho de que no nos
lo exijan.
Esas personas capaces de recordar cada momento de valor
porque las viven desde su interior como vivencias propias aunque ellos solo
hayan sido un personaje puntual en la historia.
Esos que son capaces de ver en nosotros bondad y amor a
pesar de la vehemencia con la que les tratamos.
Esos que a pesar de nuestro desdén sacan lo mejor de cada
uno.
Quienes temerosos en muchas ocasiones de nuestras reacciones
desproporcionadas se atreven a recordarnos con su actitud valiente que la vida
es algo que merece ser vivida, a pesar de todo.
Esa persona que con la mirada baja y entre susurros te dice
que eres parte de lo mejor que tiene en su día a día.
Pues bien como ya he dicho, yo conozco y tengo la suerte de tener
a mi lado a una de esas personas y si, soy de esas personas que dan por hecho
que siempre están ahí.
Ese egoísmo mío al pensar que todo el cariño que me profesa
debe ser gratuito y altruista porque si, sin más, es robarle el merecimiento a
su cuota de amor.
Es por eso que hoy en tu día, hermana mía, quiero darte las
gracias que nunca pediste pero que tanto mereces y desde lo más profundo de mi
pequeño y a veces estúpido corazón decirte que te quiero y que siempre tendré
en cuenta que estás y estarás ahí.
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