5 mayo
2013
escrito por Luque
-“Antonio
vente tú conmigo, para que te acuerdes del camino para volver”, mi madre y su
truco para ir y sobre todo regresar de allí donde tocase ir ese día.
Recuerdo
con nostalgia los días en que mi madre me llevaba a todas partes cogido de su
mano, con un paso que a mi me parecía de gigantes y que intentaba seguir al
mismo ritmo con el que me repetía, -“anda más deprisa y no te quedes
atrás”.
Así
era y sobre todo es la Purri,
decidida y de carácter, una mujer “de las de antes”, una madre que te lleva de
la mano por el camino de la vida, obligándote a pisar con firmeza, con su
firmeza, y fijarte en el recorrido que haces para que siempre te
sirva para volver con decisión a tu casa, a tu familia, a tu raíz.
No
tengo ningún recuerdo de mi niñez que no sea el de ella bregando con nosotros,
con el día a día y con la vida misma.
Si
la circunstancia mandaba hacer las maletas y partir, la Purri, hacia las maletas y
partía.
Si
la circunstancia era pelear con médicos y practicantes para que “mi
enfermedad” no me llevase a ningún lugar mejor que a mi propia casa, pues la Purri sacaba el arrojo y el
dinero de debajo de las piedras para que su hijo Antonio “volviera a nacer”.
Si
la circunstancia era llegar a fin de mes con un sueldo, digamos que, enclenque,
la Purri hacia
encaje de bolillos y con la imaginación de un escritor de novelas de aventuras,
se inventaba una segunda quincena de mes “mágico y misterioso” en el que
conseguía que nosotros no nos enteráramos de sus dificultades, reconozco que a
día de hoy no he conseguido saber como lo hacía.
Si
la circunstancia era defender sus principios y su familia de criticas y e
insultos, la Purri
era capaz de “arrastrar de los pelos por todo el patio” al que fuese,
literalmente.
Pero
sobre todo tengo que decir que la circunstancia por la que ha vivido cada uno
de sus días ha sido la de sus hijos. Esa, sus hijos, ha sido su motor, la razón
y motivo de una vida dedicada a ser MADRE, y si, lo escribo con
mayúsculas porque mayúscula ha sido la dedicación y el cariño que ha invertido
en serlo.
Dicen
que no se necesita un día en el calendario para felicitar a una madre y creo
que es cierto. Un día en el que los hijos felicitamos a nuestra madre por el
hecho de serlo, un día en el que los hijos recordamos la maternidad como merito
de los propios hijos, que la convierten en grande por sus nacimientos, ese día,
no debe celebrarse.
La
fiesta es y debe ser la celebración diaria del paso por el camino de nuestra
vida, nuestros triunfos y el de nuestros hijos, la forma de afrontar las
circunstancias, la educación y el respeto con el que nos dirigimos a los demás,
nuestras ideas, las ilusiones, los deseos y el amor con el que somos
capaces de darnos a los demás, eso es lo que debe celebrase y todos los
días, porque es eso lo que somos y lo somos gracias a la maternidad y a
nuestras madres.
Yo
siento a mi madre cada día en mi mismo y siento que no son días lo que hay que
dar a una madre, sino vidas, la vida que ella con gusto nos regaló a cada uno
de sus hijos.
FELICIDADES
OMÁ.
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