lunes, 8 de julio de 2013

AUT DISCE, AUT DISCEDE*



19 febrero
2012
escrito por Luque
 
Me gustaría parafrasear al genial Julio Camba cuando escribió  “(…) nuestros republicanos son unos señores de la época del candil que no habiendo logrado implantar en su tiempo el quinqué de petróleo, han hecho una revolución para imponérnoslo ahora, cuando todo el mundo se alumbra por medio de la electricidad.”
No la utilizare para referirme a los republicanos ¡Dios me libre!, sino a los que tienen por costumbre el imponer las cosas tarde y mal.
Cuando a mi empresa comenzó a llegar los primeros ordenadores, se trabajaba a maquina de escribir. El colmo del oficinista era el número de pulsaciones al que era capaz de teclear. La mayoría de las empresas de la competencia hacía ya mucho tiempo que habían descubierto las mejorías que suponía el uso del ordenador pero la mía se resistía al uso de algo que según ellos requería un nivel de conocimientos que a su entender no poseían sus empleados.
El trabajo de oficina lo realizaban unos señores, maestros en el uso del papel de calco, que no dejaban pasar a los demás empleados un solo documento sin que hubiese pasado por la afilada punta correctora de su lápiz de color rojo.
Como dictadores de la ortografía e incansables usuarios de todos los diccionarios existentes se otorgaban el papel de filtro entre nosotros y los jefes, eran los hombros sobre los que descansaba la eficacia de la empresa, personal indispensable sin los que nada funcionaba.
La preparación de la que gozaban estos asistentes hacia que los jefes pudieran esconder sus carencias personales y profesionales tras sus espaldas, eran el paradigma necesario para que a través de su “esmerada” preparación se escondiese el atraso de una empresa que se empeñaba en mantener a jefes sin preparación alguna y lo que es peor sin intención de  progreso.
La ironía de todo esto es que el tiempo pasó y no quedo más remedio que adaptarse. Muchos de esos Jefes demoradores de la modernidad tuvieron que adecuarse a las nuevas tecnologías a golpe de cursos y despidos anticipados, pero hubo algunos que en el colmo del empecinamiento se agarraron a sus oficinistas como un clavo ardiendo, obligándoles a aprender algo llamado ofimática  o como ellos decían  “a saber de ordenadores”.
La ignorancia de estos Jefes les llevo a creer que “el conocimiento de informática a nivel usuario”, seria la panacea que les mantendría en su pedestal, con lo que no contaron es que a aquellos dictadores de la maquina de escribir que antaño les había servido de salvapantallas también les había llegado la hora. Muchos se jubilaron y otros no llegaron a entender que a pesar de sus “conocimientos en ordenadores” no fuesen ya los pilares de una empresa.
Muchos de esos jefes siguieron escondiendo sus miserias intelectuales tras unos oficinistas que temerosos de perder las prebendas de las gozaron en el pasado no quisieron entender los nuevos aires que se acercaban y continuaron dando “lecciones” a una nueva ola de jóvenes empleados que habían hecho de la informática y los ordenadores sus herramientas cotidianas.
La verdad es que fueron estos oficinistas los que pagaron como tontos útiles la ineptitud de aquellos que  quisieron imponer la ofimática en tiempos de Internet cuando no supieron ver el avance que aquella supondría en el futuro en el momento apropiado.
Como veis nada que ver.

En castellano: (“Aprende, o vete”).

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